Descripción

Toni Grimaldi, clásicamente actual

Lo que más me ha gustado siempre de la poesía es que, al no mover dinero, se ha permitido hacer, a lo largo de la historia de la literatura, lo que le ha dado la real gana. Por supuesto, también los versos están sujetos a modas, modernidades, filamentos y goznes, pero siempre hay quien se salta las normas y hace de su capa un sayo y de sus versos una verdad irrenunciable.

Este es el caso de Toni Grimaldi, un joven poeta gaditano que apuesta por su voz, que no está de moda, pero es suya: personal e intransferible, que diría Quique González. Conocí a Toni, poéticamente hablando, en unas lecturas que organizábamos en el Café Teatro Pay Pay. Recuerdo que se acercó con cierta timidez y mucha desenvoltura y pidió, en los momentos de jam, leer unos poemas suyos. Y dijo “poemas”, no “poesías”, lo que ya denotaba un cierto conocimiento por el mundo de las estrofas. (Créanme si les digo que la diferenciación no es fortuita, ni gratuita).

De pronto, con una seguridad que no había visto en ningún otro poeta de su edad, se arrancó a leer unos poemas de un corte puramente clasicista y llenos de bondad y realidad. Su realidad. No era una voz impostada, no quería llenar foros cibernéticos con sus versos (probablemente Toni ya sabe que sus poemas no triunfarían en las redes sociales). Se revelaba un autor con una voz diferente.

En este primer poemario de Toni, El silencio se hizo cuando sus labios se encontraron, seguimos rastreando las fuentes más clásicas, los versos más cadenciosos, donde prima el ritmo a cualquier otra cosa, la voz de una personalidad adulta siendo aún muy joven. El amor se transforma en el centro de la vida, en el leitmotiv del escritor; pero también en el punto de inflexión que arrastra al poeta de la felicidad más plena a la angustia, al dolor.

Grimaldi reposa la responsabilidad de su soledad en el amor (quien lo probó lo sabe) y traspasa la transmigración de las almas a través de los ojos, como aquellos neoplatónicos, como aquellos otros poetas que valoraban un sentimiento que, normalmente, se exalta en la juventud.

En la poesía de Grimaldi rastreamos a los clásicos como Quevedo, Lope de Vega o Valle Inclán con sus espejos deformantes y también saboreamos un poso de estas coplas andaluzas con las que nos hemos ido criando todos en menor o mayor medida.

Los espejos, la soledad, el amor y la herida, la persona deseada, la añorada, la que abandona, la que no puede olvidarse…, todo completa este primer poemario que ahora, lector, reposa en tus manos y que, estoy segura, es el inicio de una hermosa amistad, al menos, con los versos.

Carmen Moreno